sábado, 16 de noviembre de 2013

EPIGENESIS: FACTOR CLAVE DEL PROGRESO EVOLUTIVO



EPIGENESIS: FACTOR CLAVE DEL PROGRESO EVOLUTIVO
  

El proceso de desenvolvimiento, en este esquema del Sistema Solar, se divide en dos etapas, denominadas Involución y Evolución. Durante la primera, la Chispa de la Llama Divina adquiere y desarrolla los arquetipos de sus futuros cuerpos o fluidos, a través de los cuales investigará los diferentes niveles de vibración (físico, vital o pránico, emocional, mental y espiritual) del sistema en el que está inmerso, con el objeto de convertirse en un creador. Posteriormente, durante la Evolución, sus fluidos o vehículos se perfeccionan a través de transformaciones y mejoramientos sucesivos, que son posibles gracias a la experiencia y al desenvolvimiento de las facultades latentes ganadas durante la involución. Sin embargo, el progreso es algo más que Involución y Evolución. Existe un tercer factor denominado Epigénesis, que constituye una  clave adicional del adelanto biológico y espiritual de todo ser.
La epigénesis es el genio inventor que permite crear los mejoramientos que conducen a la perfección. Es una facultad que facilita la expresión de la originalidad individual, y que hace realmente posible la creación. Si el progreso evolutivo fuera únicamente un desenvolvimiento de facultades latentes, sólo habría una imitación, y en ningún momento un proceso creador, puesto que los arquetipos originales de los cuerpos, que permiten la manifestación del espíritu, han sido proporcionados al hombre por Jerarquías Superiores, fuerzas universales de Inteligencia Cósmica.  
El ser humano, hecho a imagen y semejanza de la Divinidad, es un creador, y como tal expresa esta cualidad a través de la epigénesis, en la actualidad en forma inconsciente. En los diversos campos de la acción humana, cuando el genio creador entra en actividad notoria, nos encontramos con los verdaderos inventores, quienes han contribuido al avance de las civilizaciones. Si un hombre que deseara crear algo novedoso se basara únicamente en los conocimientos que al respecto han sido dados, y no se permitiera pensar que podría haber una forma diferente de hacer las cosas, entonces, nunca tendríamos un nuevo invento, y la evolución cesaría de ser un proceso de crecimiento continuo, convirtiéndose en una repetición monótona; el camino dejaría de ser espiral para convertirse en circular. En el sendero de desarrollo espiritual estamos ejerciendo el poder de la epigénesis, en forma constante, al introducir cada vez nuevas y mejores adaptaciones en nuestros vehículos de consciencia, pero rara vez hacemos uso de este poder maravilloso en forma consciente, mientras estamos viviendo en el cuerpo físico, lo cual hace que nuestro progreso en los diferentes estados de consciencia sea muy lento. Esto se debe en parte a la inseguridad interior, propia de aquel que no ha desarrollado el valor y la osadía. Tal vacilación lleva al individuo a aferrarse a lo establecido, por temor a que aquello que surja de él no valga la pena, o por la incapacidad de creer que tiene un poder creador. Este desacierto ha llevado al hombre a encadenarse a uno de los más grandes cepos que detienen el avance: el condicionamiento de la mente.
La mente condicionada impide el ejercicio de la epigénesis, coartando el libre albedrío, y convirtiendo al individuo en un fanático o en un defensor de la tradición, lo cual no conduce a otra cosa que a una repetición automática de eventos, la mayoría de las veces vivenciados o programados por otros individuos quienes, conociendo esta debilidad humana, la aprovechan para su propio beneficio, creando necesidades no reales, y remedios que las satisfacen, y que se venden por doquier, dando origen a un esquema de mercadeo consumista.

El camino hacia el desarrollo espiritual no está libre de este peligro. Con mucha frecuencia, los individuos, aún los que se creen muy avanzados, olvidan ejercer su epigénesis, y caen en la repetición sucesiva de nociones, sin acceder a un procedimiento de investigación propia, ni mucho menos a un proceso creador, que genere nuevos conocimientos o que actualice y esclarezca otros. Cuando una persona se aferra ciegamente a una doctrina, y sólo cree a pie juntillas lo que aparece escrito en los textos o dictados que ésta implica, pierde de vista su meta espiritual, y se convierte solamente en un imitador que repite como un loro la expresión verbal de las formas de pensamiento que otro ha creado. Esta actitud es contraria totalmente al deseo de fraternidad que debe existir en el corazón del caminante espiritual, ya que la mente es capaz de aferrarse a una creencia, tan al pie de la letra, que no admite ningún análisis adicional, ni una comparación positiva posible con otras doctrinas, generando en cambio una actitud separatista de rechazo hacia otros, quienes con frecuencia dicen lo mismo en otras palabras, o utilizan su propio lenguaje para decir otras cosas. Su mente puede encasillarse, a tal punto de estar convencido de que la enseñanza profesada es la única y absoluta verdad, y de que nadie más es capaz de añadirle ni una sola tilde que sea veraz.
Este fenómeno de condicionamiento es más frecuente de los que imaginamos. Diariamente observamos que, personas pertenecientes a diferentes movimientos religiosos, místicos o esotéricos, se convierten en acérrimos defensores de sus creencias, rechazando aquello que no se encuentra en los libros que ellos tienen por sagrados, generando inútiles discusiones que para nada ayudan al establecimiento de la fraternidad universal. El creer que la verdad pueda ser encerrada en un conjunto finito de libros, es un absurdo filosófico, ya que un universo infinito no puede ser contenido en un espacio cerrado, ni la verdad ha sido revelada a un solo mensajero o profeta. En el actual estado de evolución, la Hermandad Blanca, compuesta por los seres más evolucionados de este planeta, vela por el progreso humano y por la buena marcha en el sendero espiral. Cuando un número suficiente de seres humanos han llegado al momento en el que necesitan dar un paso más en su camino de perfección, un nuevo conocimiento, o la ampliación de uno anterior, es dado al mundo a través de varios mensajeros -no sólo de uno- algunos de los cuales son conscientes, por haber alcanzado algún grado de Iniciación, en tanto que otros son inconscientes totalmente del proceso. Entre estos últimos tenemos a muchos escritores y cineastas, quienes en sus novelas o videos expresan verdades ocultas que han recibido por "inspiración artística", otra forma de llamar a la conexión cósmica
Alguien podría preguntarse cómo puede la sabiduría de estos Grandes Hombres revelar verdades ocultas a alguien no preparado para ello. La respuesta está en el poder de la epigénesis. Muchos seres que han recorrido sabia y verdaderamente el camino de autorrealización, hasta cierta etapa, y que son aptos para convertirse en canales conscientes de una nueva dispensación, no son elegidos para ello, debido a que no creen en su propia capacidad de serlo, o de aportar algo nuevo al mundo. Aunque existe la aptitud genuinamente desarrollada, si ésta no se enfoca hacia los mundos espirituales, mediante una actitud creadora, todo el mecanismo individual será ineficaz para tal propósito, al igual que se hace inútil un poderoso receptor que no se sintoniza correctamente. Sencillamente, anulamos nuestra capacidad de ser creadores porque no confiamos en lo que somos. El artista, en cambio, ha puesto en acción su deseo de crear y, sin saberlo, a veces, se convierte en un perfecto canal.
En toda doctrina, el fenómeno del condicionamiento suele darse, debido a que sus seguidores, en lugar de enfocar su mente y su corazón en la enseñanza dada, lo hacen en el mensajero o líder que las transmitió originalmente, reverenciándolo hasta cierto punto, considerándolo como único e irremplazable, y desconociendo que cualquier otra persona puede o podrá alcanzar en un momento dado su misma capacidad, grado de desenvolvimiento o nivel de Iniciación. Grandes hombres, entre ellos Jesucristo, nos han expresado que el Sendero es espiral, y a medida que el tiempo avanza y la consciencia se expande, los seres que nos preceden son capaces de alcanzar mayores alturas de conocimiento y amplitud de consciencia. Es por eso por lo que debemos tener en cuenta que toda verdad oculta debe ser revestida con ropajes modernos, pues el mundo cambia constantemente al igual que la consciencia. Todos los seres evolucionan permanentemente, inclusive los que se estancan o cristalizan; aún las lenguas, los medios y métodos de comunicación, se transforman continuamente, con el objeto de dar cabida a una expresión más amplia de la consciencia desarrollada.
Las verdades escritas hace milenios o centurias deben ser traducidas, complementadas y actualizadas, con el fin de ser debidamente comprendidas y apreciadas por los seres que encarnan en la actualidad o, de lo contrario, perderán su vigencia y se convertirán en elementales conocimientos, que dejan de ser ocultos y grandiosos para convertirse en un símbolo de lo anticuado o de lo caduco, de aquello que todo el mundo conoce, por que ya es demasiado evidente o simple para los estudiantes, en algunos casos. En otros, las explicaciones suministradas por un libro o texto sagrado pueden haber llegado a un tope, a un punto en donde no se explican los grandes misterios del mundo a las almas más avanzadas, quienes constantemente están encarnando en el planeta, y aspiran a un sendero más alto. Esta falta de actualización está haciendo perder a muchos movimientos espirituales su carácter de científicos, y hace que muchas veces sean ridiculizados, o que haya desánimo y frustración entre los buscadores de mente amplia.
Los defensores de lo tradicional, quienes adolecen del condicionamiento mental propio de sus creencias y educación personal, arguyen con frecuencia que solamente una persona muy evolucionada, un Discípulo o un Iniciado, podría hacer este trabajo de creación, actualización o diversificación de la enseñanza. Tales individuos creen que ni ellos ni nadie a su alrededor pueden hacerlo, cerrando sus ojos a la posibilidad de ser ellos mismos, o una persona cercana, ese hombre evolucionado del que hablan. Esta posición parece mostrar un olvido, momentáneo o total, de la verdad de que los seres más evolucionados no se anuncian a sí mismos como tales, y casi siempre actúan de incógnito. Esta actitud, de mente cerrada, de muchos estudiantes y dirigentes de los movimientos espirituales del mundo, está generando un lento pero inevitable proceso de cristalización de tales movimientos. Si este proceso de petrificación filosófica no se detiene, a dichos movimientos les ocurrirá lo mismo que a las formas ocupadas por la vida que evoluciona en el planeta: cuando una entidad alcanza un grado mayor de evolución, abandona la forma antigua que ocupaba y ésta entra en un proceso de degeneración, durante el cual es ocupada por otra entidad de menor evolución, un rezagado. Si los movimientos espirituales del mundo no renuevan sus estructuras filosóficas, sus métodos de enseñanza y su propio lenguaje, serán invadidos por los seres menos evolucionados del planeta, en tanto que las almas pioneras, buscarán una estructura más moderna, más avanzada, mejor adaptada a su nivel de consciencia.
Así funciona la Ley de Involución, Evolución y Epigénesis, sin excepción. La ruta en espiral es un principio universal, un método al cual nada escapa. Esto quiere decir que, si no ponemos en acción nuestro poder creador dentro de los movimientos espirituales, veremos aparecer a otros más avanzados, más florecientes, más ricos en sabiduría, en tanto que los presentes irán decayendo, hasta quedar fosilizados, cuando ya no haya más almas rezagadas que puedan ocuparlos. Si deseamos verdaderamente alcanzar la humana fraternidad, debemos ejercer nuestra epigénesis constantemente. Si queremos ser pioneros realmente, en este proceso integrador que despierta el Amor Universal, tenemos que estarnos revistiendo continuamente con los modernos ropajes de la enseñanza, enfocando nuestra mente y nuestro corazón hacia los mundos espirituales, para convertirnos en canales conscientes de la Sabiduría Universal.
Preguntémonos por cuánto tiempo una enseñanza es dada al mundo y cada cuánto debe ser actualizada. En concordancia con la Ley de Periodicidad, la primera y la sexta décadas de cada siglo son propicias especialmente para comenzar la promulgación de nuevas enseñanzas espirituales. Estamos pues a punto de recibir una nueva verdad, o de actualizar la antigua, y como nada es hecho con prisa en el universo, ni en el plan de los guias de la humanidad, los múltiples candidatos para esta noble tarea deben estar ya encarnados, activos y en proceso de preparación de tal tarea, o quizás dando las primeras puntadas de estas enseñanzas. Debemos mantener nuestros ojos bien abiertos y nuestros oídos dispuestos, no sea que la luz venga delante de nosotros y no la reconozcamos por estar cristalizados, condicionados y enconchados por una actitud separatista, creada por aferrarnos ciegamente a la doctrina, creyéndonos los únicos poseedores de la verdad, como ya ha sucedido, en los tiempos de Cristo y en otras épocas, con la enseñanza de otros iluminados.
Solamente el ejercicio de nuestro poder de epigénesis es capaz de romper e impedir este proceso de cristalización, que ya se está dando en el mundo. Esto no debe conducirnos, de ninguna manera, a la aceptación de cualquier enseñanza novedosa que aparezca, ya que no todos los individuos perceptivos son canales conscientes o inconscientes de la nueva dispensación; muchos son más bien oportunistas tratando de parecer sabios maestros. Debe existir un punto de equilibrio en estas cosas. Debemos hacer uso de nuestra facultad de discernir, con el objeto de someter a la prueba del tribunal interno, todo nuevo conocimiento que nos llegue. Una nueva enseñanza verdadera debe ser aclaratoria, complementaria o superior a la antigua. Su carácter debe ser universal y no meramente particular o especulativo. Lo nuevo debe ser mejor que lo viejo.
¿Cómo ponemos a funcionar nuestra epigénesis? El primer requisito consiste en hacernos conscientes de nuestro condicionamiento mental, y de la necesidad de una apertura y de dar un carácter fraternal, universal y amoroso a nuestras convicciones. Acto seguido, debemos trabajar para limpiar la mente de ese condicionamiento, enfocándola en lo real y no en lo ilusorio, ni en lo establecido hasta el momento. La atenta observación, la concentración y el espíritu investigativo deben ser desarrollados. Luego, debemos iniciar la práctica de la meditación reflexiva y lógica, para finalmente llegar a la meditación profunda. La primera aclarará las ideas de nuestra mente y la segunda nos proyectará al lugar donde están las ideas reales, donde efectivamente podremos contactar con nuevas enseñanzas, proyectadas por las huestes de jerarquías espirituales  y fuerzas inteligentes que guian a la humanidad. De igual forma, la práctica de la contemplación nos ayudará a adquirir ese sentimiento y percepción de la Unidad, el cual nos permitirá identificar la universalidad de la Sabiduría, que fluye desde los mundos sutiles hacia nuestra consciencia. Es necesario recordar aquí que el camino debe recorrerse paso a paso, sin saltar ninguna etapa, o de lo contrario caeremos en las trampas de la ilusión, y del hechizo emocional. Es necesario, además del entrenamiento de la mente, la limpieza de las emociones, la pureza de propósitos y la salud del cuerpo, pues así como un lente rayado o desenfocado no puede dar una imagen exacta, tampoco podemos ser verdaderos canales de una enseñanza si nuestros vehículos de consciencia están llenos de escoria.
Aquellos que han logrado romper con sus esquemas mentales rígidos, y que transitan el camino hacia la libertad verdadera, son los más llamados a difundir la nueva enseñanza. Trabajemos conscientemente para alcanzar el estado adecuado para ello, o si ya lo hemos logrado, para ser los receptores y difusores de las maravillosas verdades que nos esperan, y que tanto necesita nuestra humanidad.


de:  LA AVENTURA INTERIOR  

“La búsqueda interior implica la desmitificación del yo, la ruptura con todos los antiguos paradigmas acerca de la naturaleza humana, el descondicionamiento de los modelos socioculturales y una gran osadía para el cambio.”

Jose Vicente Ortiz Zarate

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