domingo, 6 de abril de 2014

DESCUBRIENDO A GUSTAV MEYRINK

DESCUBRIENDO A GUSTAV MEYRINK


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Nació en 1868, en Viena, hijo natural de un ministro del rey de Wurtemberg y de una actriz. En 1889 Gustav, empezó a trabajar en el banco Meyer & Morgenstern, empleo que le desagradaba totalmente.; paralelamente se sumergió en el mundo del ocultismo y del espiritismo. En 1892 Gustav, harto de la vida, intentó suicidarse. Fue traductor de varias obras de Dickens, corresponsal de Kafka y de Thomas Mann y a partir de 1902, comenzó a componer cuentos fantásticos. En 1904 Se traslada a Viena; allí tiene los primeros encuentros con los teósofos y entonces asume el nombre Meyrink
Frecuentó los círculos esotéricos de las ciudades de Praga, Munich y Viena, principalmente “La estrella azul”, logia teosófica de Praga. Tras estos primeros contactos con los teósofos empezó a leer tratados de esoterismo, cábala y pensamiento oriental. Practicó el yoga y estudió la alquimia; se relacionó con Annie Besant y con un discípulo de Ramakrishna que enseñaba el blatki yoga. También se dedicó a la videncia.
En su libro “El ángel de la ventana de occidente”, nos relata una historia en la que el protagonista recibe en herencia unos papeles de John Dee. Poco a poco va descubriendo sorprendentes paralelismos entre su antecesor y él. Acaba el libro hablándonos de los caballeros de la rosa de oro, los hermanos mayores: “Blancas y radiantes figuras me envuelven: Hermano, tu simiente ha madurado, nosotros te dirigimos un nuevo saludo. A ti ¡vencedor!. Quien se domina, escapa a la rueda del destino, quien ya no tiene que luchar entra en la cadena de los liberados”.
En 1905 se casó con Mena Bernt. Más tarde se trasladaría a Munich y después a Starnberg.
En 1915, publicó El Golem, que fue un éxito y le proporcionó un cierto desahogo económico. Le siguieron obras como El rostro verde, la noche de Walpurgis, El ángel de la ventana de occidente o el Dominico blanco.meyrink2
En el Golem rescata un mito judío centroeuropeo, según el cual era posible animar una figura de barro, el Golem, colocando bajo su lengua ciertas palabras mágicas. Esto se halla directamente relacionado con la doctrina cabalística, según la cual es posible crear mediante la palabra o combinación de letras o mediante el secreto nombre de Dios.
Su nombre figuró en las primeras listas negras de los nazis. En la Alemania nazi los libros de Meyrink fueron prohibidos. En un Estado totalitario no tenían cabida las obras de un autor que advertía del peligro de los movimientos colectivistas que sofocaban a la personalidad humana individual.
Meyrink  consideraba el Yo como una máscara ilusoria. El Yo o el ego son las distintas formas que desarrolla nuestra personalidad separada de la fuente divina. Para Meyrink, la existencia del yo es pura ilusión y una construcción artificiosa y variable que puede adquirir distintas formas incluso personales.
Un día, nos dice, fui testigo de la manera en que se adiestraba a un caballo. Lo tenían atado a una larga correa, obligándolo a dar vueltas en círculo sin que se le permitiera un segundo de reposo. Cada vez que llegaba a un obstáculo que debía saltar, lo esquivaba y se ponía terco. Los latigazos llovían sobre su lomo durante horas, pero el caballo se negaba a saltar. El hombre que lo atormentaba no era cruel, sufría visiblemente a consecuencia del brutal trabajo que debía cumplir. Entonces reconocí súbitamente que yo actuaba del mismo modo que el caballo; el destino me estaba golpeando y todo lo que yo sabía es que sufría. Odiaba la fuerza invisible que me torturaba, pero hasta aquel memento no había acabado de comprender que todo aquello sucedía únicamente para que yo realizara algo, quizás salvar un obstáculo espiritual que se hallaba ante mí. Esta pequeña experiencia se convirtió en un hito en mi camino; aprendí a amar a los seres invisibles que me empujan hacia delante a latigazos, porque sentía que hubiesen preferido darme azúcar si con ello consiguieran elevarme a un escalón superior al que ocupa la efímera humanidad.”
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Para él, el estado normal de existencia es similar al sueño. La existencia del ser humano “normal” (esto es, no iniciado) es un estado de vida inferior y desnaturalizada, similar al sueño. Así también nuestra forma de percibir es completamente onírica y subjetiva. Aceptar esto y percibirlo supone, en la práctica, relativizar la experiencia de la existencia y las vicisitudes de la vida. El iniciado, el que se ha conectado con la fuente, es un ser despierto que se mantiene en vela y no vive la misma vida que los durmientes.
“La clave es estar despierto, estar despierto lo es todo. De nada está más convencido el hombre que de estar despierto. Pero en realidad se halla preso de una red de sueños que él mismo ha tejido. Todos se imaginan estar despiertos, pero lo que creen vivir no es más que un sueño predeterminado hasta en el menor detalle y en el que la voluntad ya no tiene ninguna influencia.
Estar despierto lo es todo. Debes estar despierto en todo lo que hagas. No creas que ya lo estés. No, estás durmiendo y soñando. Junta todas tus fuerzas y durante un momento, oblígate a sentir cómo recorre tu cuerpo esa sensación. Es el primer paso todavía vacilante de un largo viaje desde la servidumbre hasta la omnipotencia. Avanza así de despertar en despertar. Lee los libros sagrados de todos los pueblos de la Tierra. La enseñanza secreta del estado de vigilia los recorre en su totalidad como un hilo rojo”.
Gustav Meyrink, “El rostro verde”.
En su obra siempre sugiere la necesidad de “buscar en el interior” como la solución a todo lo exterior. Meyrink huye de la idea de un dios personal, antropomórfico y exterior y se siente mucho más partidario de un dios interiorizado que se puede revivir. Este Dios interior vive encapsulado en una chispa o átomo que puede desplegar completamente y recuperar su esplendor original. Este despertar  es descrito en su obra como el “segundo nacimiento”.
En su libro “El rostro verde” nos dice: “El mundo en que vivimos es un mundo de efectos. El mundo de las causas verdaderas permanece oculto. Cuando hayamos logrado penetrar en él será porque finalmente nos habremos convertido en magos.”
La unión de las polaridades, lo masculino y lo femenino interior es lo que posibilita el acceso a la trascendencia. Para Meyrink el hombre y la mujer, o lo masculino y lo femenino exterior como máximo puede alcanzar las cotas del amor romántico. Meyrink propone algo que va mucho más allá del nivel más elevado del amor profano. Se trata de alcanzar la comunión espiritual, las bodas alquímicas o la unión de las dos polaridades a fin de restituir el equilibrio interior
¿Quién soy? ¿Ha habido alguna vez, desde que el mundo existe, algún hombre que supiese responder correctamente a esa pregunta? Soy el ruiseñor invisible que está en su jaula y canta. Pero no siempre vibra cada alambre de la jaula cuando canto. ¿Cuántas veces he tratado de que repercutiera en ti una canción para que me escucharas? Pero estuviste sordo toda tu vida. Ninguna cosa del universo te fue siempre tan cercana y privativa como yo, ¿y me preguntas ahora quién soy? El alma propia resulta tan ajena para algunas personas, que caen muertas en el momento de contemplarla, pues ya no la reconocen y se les presenta desfigurada como una cabeza de Medusa; adquiere la faz de las acciones indignas que han cometido y de las que temían secretamente que hubiesen podido manchar sus almas. Sólo podrás oír mi canción cuando tú también la cantes. Quien no escucha la canción de su alma es un pecador, un pecador de la vida, un pecador contra los otros y contra sí mismo. Quien está sordo, también está mudo. Inocente es aquel que escucha siempre la luz del ruiseñor, aun cuando haya dado muerte a padre y madre.
Gustav Meyrink, “La noche de Walburgis”.


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